Para colmo, el mal tiempo. Se nos echaba encima en un solo día, al acabarse el otoño. Teníamos que cerrar las ventanas de noche por la lluvia, y el viento frío arrancaba las hojas de los árboles de la Place Contrescarpe. Las hojas se pudrían de lluvia por el suelo, y el viento arrojaba lluvias al gran autobús verde en la parada de término, y el Café des Amateurs se llenaba y el calor y el humo de dentro empañaban los cristales. Era un café tristón y mala sombra, y allí se agolpaban los borrachos del barrio y yo me guardaba de entrar porque olía a cuerpo sucio y la borrachera olía a acre. Los hombres y mujeres que frecuentaban el Amateurs andaban bebidos casi siempre, o sea, siempre que el dinero les alcanzaba; generalmente pedían vino, litros o medios litros. Había anuncios de aperitivos con nombres raros, pero casi nadie era bastante rico, o en todo caso echaban un cimiento de aperitivo para luego edificar su trompa de vino. A las borrachas las llamaban poivrottes, que quiere decir alcohólico, pero en mujer.
París era una fiesta, de Ernest Hemingway
26 Jun 2008 Deja un comentario
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