La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe

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Precisamente en este momento, en uno de esos elegantes pisos en propiedad situados en Park Avenue y que tanto obsesionaban al alcalde…techos de cuatro metros… dos alas, una para los wasps y otra para el servicio… Shewrman McCoy estaba en cuclillas, en mitad del gran vestíbulo, tratando de ponerle la correa a un dachhund. El piso de mármol verde oscuro se extendía interminablemente a su alrededor. Por un lado conducía al pie de una escalera de nogal que descendía en una suntuosa curva desde el piso superior. Era esa clase de apartamento cuya sola idea basta para encender hogueras de envidia y codicia en las gentes de todo Nueva York o, si vamos a eso, absolutamente de todo el mundo. Pero Sherman sólo ardía en deseos de salir de este fabuloso pisazo durante al menos treinta minutos.