El misterio de la carretera de Sintra, de Eça de Queiroz

El día 23 de julio de 1870, el Diario de Noticias de Lisboa insertaba una nota de última hora que decía así: «A punto de cerrar nuestra edición, hemos recibido un escrito singular. Se trata de una carta sin firma enviada por correo a nuestra redacción. En ella se inicia una narración estupenda acerca de un horrible y misterioso suceso. El interés que despierta y su calidad literaria nos determinan a transcribir íntegro tan interesante documento, cosa que haremos mañana domingo.»

Y, efectivamente, al día siguiente, 24 de julio, el pueblo de Lisboa, que se disponía alegremente a presenciar un desfile conmemorando la entrada del Ejército liberal, vio sobresaltada su habitual modorra con la lectura de aquella primera noticia aportada por un incógnito doctor X, al parecer testigo, y en parte protagonista, del sensacional misterio que ya desde aquel mismo día se empezó a conocer como «El misterio de la carretera de Sintra», pues en mitad de dicha carretera, entre São Pedro y Cacém había tenido lugar ese primer episodio. Aquella entrega iba acompañada de una nota de la redacción donde decía: «Publicamos hoy la carta anunciada. La persona que nos la ha dirigido promete seguir.»

El crim de mossèn Amaro, de Eça de Queiroz

Queiroz

Va ser diumenge de Pasqua que es va saber a Leiria que el rector de la catedral, José Miguéis, havia mort a la matinada d’un atac de feridura. El rector era un home sanguini i gras, que entre el clero de la diòcesi era tingut pel “golafre dels golafres”. De la seva voracitat s’explicaven històries singulars. Carlos de ca l’apotecari –que el detestava– acostuma a dir, sempre que el veía sortir després de la migdiada, caravermell, ben fart:

–Ja surt la boa a pair. Qualsevol dia rebentarà!

I realment va reventar, després d’un sopar de peix, a la mateixa hora en què devant per devant, a casa del doctor Godinho, que feia anys, es ballaven polques amb gran rebombori. Ningú no ho va lamentar, i a l’enterrament hi va anar poca gent. En general no se l’apreciava. Era molt groller; tenia les maneres i el vigor d’un cavador, la veu ronca, pèls a les orelles i un parlar molt rude.

Los Maias, de Eça de Queiroz

Queiroz
En otoño de 1875, los vecinos de la calle de San Francisco –así como todo el barrio de las Ventanas Verdes- conocían la casa que los Maias ocupaban en Lisboa por la casa de El Ramillete o, simplemente, por El Ramillete. Pese al fresco nombre, más propio de una vivienda campestre, El Ramillete, un caserón sombrío de imponentes y sombrías paredes con una hilera de angostos balcones en el primer piso y menudas ventanas bajo el alero, tenía un aspecto tristón, austero, como si se tratara de una residencia eclesiástica. Era el que convenía a un antiguo edificio construido durante el reinado de doña María I. En lo alto del tejado había un esquilón y una cruz, detalles más en consonancia con un colegio de jesuitas. El nombre de Ramillete provenía, ciertamente, de un conjunto de azulejos que habían sustituido al escudo de armas que, por otra parte, jamás llegó a ser colocado, y en él había un enorme ramo de girasoles, atado con una cinta y, en ésta, figuraban unas letras y una fecha.