La mirada, primero, se deslizaría por la moqueta gris de un largo pasillo, alto y estrecho. Las paredes serían armarios empotrados de madera clara, cuyos herrajes de cobre brillarían. Tres grabados, representando uno a Thunderbird, vencedor en Epsom, el otro un barco de rueda, el Ville-de-Monterau, el tercero una locomotora de Stephenson, llevarían a un cortinaje de piel, sostenido por gruesas anillas de madera negra veteada, que un simple movimiento bastaría para correr. La moqueta, entonces, daría paso a un parquet casi amarillo, cubierto parcialmente por tres alfombras de colores apagados.
Sería una sala de estar, de unos siete metros de largo y unos tres de ancho. A la izquierda, en una especie de alcoba, un gran diván de cuero negro desgastado estaría flanqueando las dos librerías de madera clara de cerezo en las que se amontonarían libros en desorden. Sobre el diván, un portulano ocuparía toda la longitud del panel.