Carreteras secundarias, de Ignacio Martínez de Pisón

martinezpison

Llevaba los pantalones arremangados y el agua me mojaba los tobillos. Me gustaba estar así, de pie, inmóvil, en silencio. Me gustaba tener los ojos cerrados y sentir cómo la brisa del mar me revolvía el pelo. También me gustaba escuchar el rumor de las olas e imaginar que me estaban diciendo algo. Me ocurría como con el tictac del despertador en las noches de insomnio, que siempre me decía lo mismo: “No puede ser, sí puede ser, no puede ser.” Las olas, en cambio, decían: “Ahooora, ahooora.” O decían: “Bueeeno, Bueeeno.” O también: Vaaamos, vaaamos.”

– ¡Nos vamos! –oí, pero no eran las olas.